viernes, 24 de octubre de 2008

Entrevista a Manu Chao


Esta entrevista la dio Manu Chao en el 2007 a Clarín:

El cantante y compositor pasó por la Argentina para promover su último álbum, “La radiolina”, dar sus conocidos conciertos en los que la convocatoria es boca a boca y presentarse como invitado sorpresa de Los Piojos. Aquí habla de sus temas: su nomadismo, la libertad, el capitalismo salvaje y su idea de la familia

Sonrisa franca, mano extendida, mirada transparente, saludar a Manu Chao es descartar cualquier sospecha. Porque a priori, por algún extraño motivo, este europeo tercermundista genera desconfianza: como si necesariamente debiera haber algo impostado o sobreactuado en esta anti-estrella de rock, este paladín de causas perdidas, esta suerte de León Gieco a escala planetaria, este amigo de pobres y desamparados que donde va hace eso que se conoce como buenas acciones. Pero aquí no hay un personaje. Y, si lo hubiere, es agradable: sólo queda relajarse y disfrutarlo.

El ex líder de Mano Negra nos recibe en un escenario acorde a su reputación: una desvencijada oficina de la casa chorizo de Almagro devenida FM La Tribu. Un lugar apropiado: después de todo, está promocionando su último disco, que se llama La radiolina. Y su banda es Radio Bemba, y él le está produciendo un disco a La Colifata, la radio de los internos del Borda.
P: ¿De dónde viene esta cuestión radial?
MC: “Mi padre y mi hermano trabajan en radio, y yo también, a mi manera: mis discos son pequeñas radios, con los efectos sonoros y esa negación del silencio entre canciones.Clandestino se hubiera podido llamar La radiolina, y Próxima Estación: Esperanza, también”.

El concibe a sus discos como una sola obra, y admite sin sonrojarse que repite recursos. “Hay mucha gente que se me queja de eso. Oigo bastante esa crítica de ‘¡eh, siempre lo mismo!’, y la acepto. Es que es verdad: tengo mis materias primas, mis herramientas, mis juguetes, y hasta que no estén totalmente rotos, me sirven. Mi estudio está aquí -señala una computadora portátil encendida-, no tengo una orquesta, y si se me ocurre una idea a la tres de la mañana y quiero grabarla en el momento, busco alguna de mis bases. Cuando la encuentro, para mí ya está. Muchos músicos o cineastas dicen ‘esto ya lo he utilizado, hay que hacer algo nuevo’. Y yo pregunto: ¿por qué la dictadura de lo nuevo? Si esto me sirve. No digo que no sea bueno renovarse, pero… Y eso va más allá de la música: mi moto la tengo desde hace 20 años, estas bambas (zapatillas) no me las voy a quitar hasta que estén destrozadas…”

Las zapatillas celestes acompañan a unas holgadas bermudas de jean, una remera con la bandera de Jamaica fundida con la del país vasco y una gorra, conjunto que contribuye a que sus 46 años parezcan diez menos. Y a sus palabras las acompaña un acento simpático y gestos elocuentes. Como cuando admite aquello que salió publicado por ahí sobre su uso de la marihuana como musa: “Sí, a mí me va bien. Cada uno tiene su truco. Tampoco soy un marihuanero de todo el día: a mí me llaman el caladita; con una caladita me río cuatro horas. Cuando fumo un poquito necesito tener un bolígrafo y una guitarra al lado. Para subir al escenario no, es mejor un vasito de vino. Porque si me entra la vena poética, me jodí. Pero a nivel de escritura, la marihuana me dispara. Puedo pasar diez días sin fumar, pero es una buena compañera de inspiración”.

P: ¿Y otras drogas?

MC: El gran debate: ¿a qué le llamas drogas?

P: Digamos las sustancias ilegales.

MC: Tengo confianza en la naturaleza: todo lo que sea químico no lo uso. La que está de moda en el mundo entero, la cocaína, es una droga totalmente estúpida. No le tengo simpatía ninguna, es pura mandíbula descuajada, puro blablabla, la excitación que te da no tiene profundidad.

P: Obviamente, apoyás la legalización.

MC: Sí, hasta de las malas. El peor enemigo de la democracia son las mafias, que, me temo, van a ser las dictaduras del siglo XXI. Y el dinero de la droga es pan bendito para la mafias. Tener las drogas en la ilegalidad es poner en peligro a la democracia, porque estás dándole millones y millones a la gente más antidemocrática. Aparte, la ilegalización de las drogas no funciona: se ven drogas a la entrada de todas las escuelas. El tráfico de drogas es fascismo, es una economía paralela de mucha muerte. Legalizarlas es quitar una fuente de dinero a gente súper peligrosa.

José Manuel Tomás Arturo Chao nació en París porque sus padres españoles huyeron del franquismo. Con un poco de psicología barata podría arriesgarse que de ahí provienen su compromiso político y su nomadismo. El dice que no lo sabe; en cambio, cita como influencia las visitas estivales a su abuela, en Galicia: “Les debo mucho a esos viajes. Sin ellos nunca hubiera existido la palabra patchanka -título del primer disco de Mano Negra-: los bailes del pueblo eran la pachanga. De ahí es que me entró el respeto por la verbena, por la música popular”. A los 17 años, ante el horror de una madre que lo soñaba diplomado, dejó los estudios por la guitarra. Que, para él, es sinónimo de viaje.

punksunidos.com

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